
Un día no muy lejano, el Presidente Chávez se muere e inmediatamente se va al infierno, donde el diablo le está esperando.
-Realmente, no sé que voy a hacer contigo- le dice el diablo- Estás en mi lista, pero no tengo lugar para ti y como has sido tan malo tienes que quedarte en el Infierno. Así que vamos a hacer lo siguiente: Hay aquí algunas personas que no fueron tan malas como tú, así que alguien se irá y te quedarás tú en su lugar. Es más, para que veas que no soy duro contigo te voy a dejar a escoger una de estas tres celdas.
Chávez, que de todas maneras no tenía otra opción, tuvo que aceptar. Así que el diablo abrió la primera celda y allí estaba Osama Bin Laden, en una gran piscina. Todo lo que hacía era zambullirse en el agua y volver a salir. Ese era su destino en el infierno.
-No-dijo Chávez- esto no me gusta. Yo no soy buen nadador y no puedo pasarme el día haciendo eso.
Y le dijo al diablo que no y éste le llevó a la segunda celda. Allí estaba Saddam Hussein todo el santo día, picando con un martillo una montaña de piedras. –No, ni hablar-dijo Chávez- No puedo picar piedras todo el día, porque tengo mi hombro malito de tanto saludo militar.
Así que el diablo le llevó a la tercera celda y ahí estaba Fidel, cómodamente tumbado en una hamaca, con un daiquiri en una mano y un largo y aromático puro en la otra y bien abierto de piernas. Agachada encima de él se encontraba Monica Lewinsky, haciendo lo que ella sabe hacer mejor: afinar el instrumento con la boca.
Chávez miró la escena con incredulidad y gritó animadísimo: -¡Esto si que está chévere! Aquí nomás me quedo.
Entonces el diablo sonrió maliciosamente, mientras decía a voz en grito: -¡Mónica, ya puedes irte, que ha llegado tu relevo!