En varias de sus últimas películas, Ozu, al igual que otros grandes directores (como Hawks o McCarey), retomó argumentos de obras anteriores y se dedicó a reelaborarlos. No se trata propiamente de simples "remakes", sino de "variaciones" sobre un mismo tema.
De todas ellas, esta "Hierbas errantes" es la que argumentalmente guarda más parecido con la versión anterior de 1934. No obstante, ofrece múltiples diferencias, siendo la más evidente (aunque no la única) el uso del color.
Vi esta película por primera vez hace unos 9 años en la Filmoteca de Zaragoza. Entonces escribí unas notas que reproduzco a continuación por si se diera el caso (me temo que improbable) de que alguien estuviera interesado en leerlas.
Aunque la película se ambienta en el mundo de la farándula, no se aprecia el menor atisbo de homenaje o mitificación hacia él. Más bien al contrario. Los actores y actrices que se nos presentan tienen poco de edificantes y ni siquiera llegan a resultar simpáticos. Sus motivaciones son egoístas, cuando no mezquinas. El bullicioso desfile inicial por las calles del pueblo no es más que un simple “ojeo” de los comediantes en busca de “presas fáciles” (detalles desmitificadores: un niño de la compañía se detiene en un callejón a orinar; los actores sólo dan folletos a los chavales que tienen hermanas). Beben, acaban en el burdel,… Piensan incluso en traicionar a su jefe cuando las cosas comienzan a ir mal robándole y huyendo. Por otra parte, las representaciones resultan ridículas y pasadas de moda.
Ozu parece más interesado en establecer un paralelismo entre el teatro y la vida real. En efecto, casi todos los personajes fingen, engañan, ocultan algo…; en suma, “representan”. El padre se hace pasar por tío; la madre interviene también en el engaño; la joven actriz finge para seducir al hijo; los traicioneros actores fingen fidelidad.
Esta interpretación hace que nos replanteemos las actitudes de algunos de ellos y surjan dudas al respecto. Así, por ejemplo, sorprende la forma apacible y casi risueña en que la madre recibe al padre de su hijo y cómo acepta el que la abandonara, el que lleve una vida errante y el que sea un mujeriego. La explicación que da a su hijo, aparte de poco creíble (éste no la acepta), suena más bien a auto justificación. ¿No ocultará todo ello la simple resignación y el conformismo fruto del paso de los años?
¿Hasta qué punto es sincero el escasamente verosímil enamoramiento de la actriz que ha seducido al hijo (no hay que olvidar que se queda en la calle)?
Finalmente, ¿es también sincera la “reconciliación” final entre el padre y la amante? ¿No es tal vez fruto de la necesidad ante el incierto futuro?
A esta interpretación se adapta perfectamente el estilo de madurez de Ozu: planos fijos, con la cámara colocada generalmente a media altura; “reencuadres” dentro del plano a través de puertas, ventanas, paneles,…como si de un “escenario” se tratase; predominio de líneas verticales y horizontales, componiendo encuadres de estructura casi geométrica. El tono general es aparentemente monocorde y se altera sólo en momentos puntuales, como los fugaces brotes de violencia (peleas con la amante y con el hijo). Esto, unido al predominio de los interiores puede dar cierta sensación de monotonía, si no estamos atentos a lo que subyace bajo la trama.
Hay escenas de gran belleza, como la entrada inicial del barco en el puerto, la conversación entre el padre y la amante a través de una cortina de lluvia tras haber reñido (lo que subraya su separación) o la seducción del hijo en el teatro.
También hay que resaltar el magnífico uso del color: colores vivos en el desfile inicial y en los escasos exteriores; colores suaves en los interiores, con la aparición de algún rojo colocado como por casualidad dentro del encuadre (la sombrilla de la amante celosa; las flores de unas macetas).
No obstante, la belleza plástica de la película nunca es gratuita, pues siempre tiene una finalidad dramática (esos rojos nos sugieren lo que bulle bajo la apacible superficie y que finalmente acabará estallando).
Está muy lograda la sensación de calor a lo largo de toda la película, pero especialmente en ese prólogo situado en una de las dependencias del puerto. Allí se nos informa de la compañía teatral que llega y de la opinión que les merece a los del lugar. Los planos siguientes en la cubierta del barco mostrando a los actores evidencian el tono desmitificador que va a predominar en la narración.
Aparecen actores habituales en otras películas de Ozu, todos magníficos. El único que no acaba de convencerme es el actor principal, excesivamente antipático para mi gusto, aunque esto es una apreciación muy subjetiva.
La música, bastante "occidentalizada", me recuerda algunas melodías de los films de Tatí.
En suma, una excelente película, que desmitifica el mundo de la farándula (esas "hierbas errantes" incapaces de arraigar en ningún sitio) y nos habla del fingimiento que muchas veces domina las relaciones humanas. Eso sí, requiere de algo de paciencia y atención para apreciar todos sus matices y las sutiles tramas que se ocultan bajo su superficie.
Te agradezco,
Kanyo, tu contribución al conocimiento de la obra de este gran director, uno de los mejores, en mi opinión, que ha dado el (no siempre bien llamado) "Séptimo Arte".
Un cordial saludo.
Vivir no es sólo existir, / sino existir y crear, / saber gozar y sufrir / y no dormir sin soñar. / Descansar, es empezar a morir.