Mensaje
por jail » 20 Jun 2017 12:15
Hay que ver las cosas que pierde la gente. El empeño que ponen en perderlas y lo poco que se esfuerzan en encontrarlas.
Y, aún, más del 30% de los 'espectadores' aplaudiendo.
El otro día estuve con unos clientes almorzando en Xàtiva. Y cuando salíamos me dijo unos de ellos, señalando a la gente sentada en una de las mesas de la terraza: "Mira quién está allí". Tranquilamente almorzando estaba allí, sentado, en animada charla, el amigo Rus.
Y así, por toda la geografía del país, más de lo mismo.
Comentaba alguno de los participantes, el otro día, en una de esas tertulias televisivas, que, en los últimos años, se estimaba en 40 000 millones de euros anuales las pérdidas por corrupción en España. A mí me sucede, que ya no me impresionan esos números ni poniéndolos en pesetas, sino más bien la actitud de las personas. La corrupción se ha convertido en una abstracción, la quintaesencia del neoliberalismo económico, una forma de ser, una profesión.
Implicitamente aprobada (y también, en muchos casos, de forma explícita) y aplaudida por una parte importante de nuestra sociedad, es contemplada, por ciertos sectores, con la complacencia que deriva del que alude a una 'envidia sana' con la que justificar esas ansiadas metas.
Solamente, cuando son pillados in fraganti (ha de ser muy in fraganti, sin escapatoria posible) ya no se atreven a respaldarlos abiertamente, y entonces surge el "Todos son iguales, todo es lo mismo", como remedio. Increíbles razones, excusas para autojustificarse y poder soportarse a si mismos. Los siguientes pasos son añadir basura para ensuciar a los que preconizan lo contrario, para tratar de conseguir que, a pesar de toda su podredumbre, sus electos corruptos parezcan mejores. Cuanto más corruptos, más basura hay que arrojar sobre los otros para conseguir ese efecto.
Y es que, angelitos míos, "dime con quién andas y te diré quién eres".
Ayer noche, en la 2 (quizás la mejor cadena de televisión de todos los hispanos tiempos), en el programa Millennium: El mundo global (lástima que sólo se le adjudique una duración de una hora), el único que parecía sentirse incómodo ante las reivindicaciones por una economía alternativa en la que no hubieran ni 'vencedores' ni 'vencidos', era el economista de turno. Que la economía actual es más especulativa (mucho más, hoy en día) que productiva es evidente (viva el pelotazo, al guano el trabajo productivo).
Que se había perdido la idea del trabajo como mecanismo de cohesión (de reparto) social, convirtiéndose en un bien escaso, y por ende en pérdida de los mecanismos de justicia económica, generándose con ello la sensación para una buena parte de la población, en el llamado primer mundo (no ya en el, antaño, tercer mundo), de que se habían quedado totalmente desclasados, que ya no pertenecían a este mundo globalizado, que genera esa situación de perdedores a más gente cada día.
Situación que da lugar a fenómenos como el de intentar escapar a esa globalización, reaccionando con comportamientos tan desesperados como el votar a Trump, el brexit, y demás mecanismos de desconexión.