Le diable boiteux
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Ficha técnica:
Director: Sacha Guitry, sobre su obra de teatro
Guión: Sacha Guitry
Producción: Jean Mugeli
Fotografía: Nicolas Toporkoff
Reparto: Sacha Guitry, Lana Marconi, Emil Drain, Henry Laverne, Maurice Teynac, José Noguero… y Robert Hossein
Director: Sacha Guitry, sobre su obra de teatro
Guión: Sacha Guitry
Producción: Jean Mugeli
Fotografía: Nicolas Toporkoff
Reparto: Sacha Guitry, Lana Marconi, Emil Drain, Henry Laverne, Maurice Teynac, José Noguero… y Robert Hossein
Datos técnicos del ripeo:
Size: 1,592,340,970
Video bitrate: 1536
Video code: DivX 4 (OpenDivX)
Video dar: 1.360
Duration: 2:06:51
Video size X: 544
Video size Y: 400
Audio bitrate: 128
Audio codec: 0x0055 MPEG-2 Layer 3
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Capturas:
Sinopsis:
Segundo biopic que aborda Sacha Gutiry tras el final de la guerra mundial. Si el primero fue sobre su propio padre, en este caso se trata de la vida de Charles Maurice de Talleyrand et Perigord (1754-1838), obispo de Autun, príncipe de Talleyrand, diplomático y político francés…
Segundo biopic que aborda Sacha Gutiry tras el final de la guerra mundial. Si el primero fue sobre su propio padre, en este caso se trata de la vida de Charles Maurice de Talleyrand et Perigord (1754-1838), obispo de Autun, príncipe de Talleyrand, diplomático y político francés…
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¿Estadista u oportunista?
Son muchas las cosas que se pueden decir de Charles Maurice de Talleyrand e Perigord. Para unos fue el oportunista por excelencia, el hombre que participó en todos los regímenes políticos que hubo en la turbulenta Francia antes de la revolución, durante la revolución y tras la revolución; en todos ocupó un lugar destacado y a todos les sobrevivió. Fue obispo con el antiguo régimen, diputado en la Asamblea Nacional revolucionaria y uno de los autores de la Constitución Francesa de 1791 (redactor, en concreto, de la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano), embajador en Londres durante los años más oscuros de la revolución; ministro de Asuntos Exteriores durante el Directorio; instigador del golpe de Estado que llevó al poder a Napoleón, fue también su ministro de Exteriores durante años; cuando la estrella de Napoleón declinó participó en su derrocamiento y presidió el gobierno provisional que preparó el retorno de la monarquía absoluta encarnada por los Borbones; fue el primer ministro de Asuntos Exteriores de Luis XVIII y como tal, representó al Estado francés en el Congreso de Viena, que reordenó Europa tras la caída de Napoleón; y cuando el creciente reaccionarismo de los Borbones minó la base de la monarquía absoluta, participó también en el derrocamiento de Carlos X, el último Borbón, y en el acceso al trono de Luis Felipe, el rey burgués, después de la revolución de 1830. Culminó su carrera política como embajador de Francia en Gran Bretaña, en 1834. La Iglesia le excomulgó durante la revolución, pero se reconcilió con ella cuatro días antes de morir: “no olvide que soy obispo…”, le dijo al cura que le traía la extremaunción…
Fue un amante de la buena vida y de las mujeres; vivió una temporada como agente inmobiliario en Estados Unidos y se casó con una franco-americana de origen indígena. Un tipo generalmente odiado y despreciado, que para muchos ha sido el paradigma del chaqueterismo político, el tránsfuga por excelencia. Sobre todo para sus víctimas. Ahí va la opinión que tenía Napoleón del personaje:
“Es el más vil de los agitadores, un bajo adulador, un hombre corrompido que ha traicionado a todos los partidos y a todos los individuos. Prudente y circunspecto; siempre traidor, pero siempre de complicidad con la fortuna, trataba a sus enemigos como si debiesen ser algún día sus amigos, y a sus amigos como si debiesen ser sus enemigos.... Talleyrand es un hombre de talento, pero venal, en todas cosas. No se puede hacer nada con él sino pagándole. Ruin por carácter, y sin principios, es tan codicioso que no se inquietó nunca si los medios de obtenerlo pueden ser aprobados por un hombre honrado”.
Pero si hay quienes han visto en Talleyrand al traidor por antonomasia, otros consideran que fue la encarnación del Estado, por encima de quienes lo dirigen u ocupan: “Los regímenes pasan, Francia es permanente”, escribió. Él se reconocía asimismo como traidor, pero como un traidor al servicio del bien común: “A veces, sirviendo ardientemente a un régimen se traicionan los intereses del país. Sin embargo si se sirven los del país estaremos seguros que no traicionaremos más que con intermitencias”, aseguró en una ocasión.
Esa última es la interpretación que Guitry hace del personaje. Probablemente no sea casual que el Guitry que acababa de sobrevivir a la acusación de haber traicionado a Francia durante la guerra quisiera interpretar a Talleyrand: a Francia se la puede servir desde más de un regimen, desde más de una opción política, e incluso quienes hoy me condenan están condenados a caer el día de mañana, parece que quisiera decir Talleyrand-Guitry a sus acusadores con esta película… La interpretación, por cierto, es excepcional: quizá algo teatral –al fin y al cabo Guitry era un hombre de teatro-, pero brillante. No fue la única vez que Guitry interpretó al personaje: también lo haría en 1955, en su película Napoleón.
La película está basada en una obra de teatro del propio Guitry. No es la única función sobre Talleyrand. Los amantes del teatro recordarán la obra de Jean Claude Brisville La cena, que en España fue puesta en escena por Joseph Maria Flotats y que narraba un encuentro entre Talleyrand y Fouché tras la caída de Napoleón. Flotats interpretaba a Talleyrand y Carmelo Gómez a Fouché, otro gran superviviente que sirvió a la revolución, a Napoleón y a los Borbones: si el negociado de Talleyrand era el de la política exterior y la diplomacia, Fouché gobernaba el orden público y la policía. De ambos llegó a decir en una ocasión Chateaubriand, al verlos entrar en un salón de Palacio durante el reinado de Luis XVIII: “de repente, entró el vicio apoyado del brazo del crimen”. Talleyrand era el vicio; Fouché, el crimen…
¡A disfrutaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaar!
Son muchas las cosas que se pueden decir de Charles Maurice de Talleyrand e Perigord. Para unos fue el oportunista por excelencia, el hombre que participó en todos los regímenes políticos que hubo en la turbulenta Francia antes de la revolución, durante la revolución y tras la revolución; en todos ocupó un lugar destacado y a todos les sobrevivió. Fue obispo con el antiguo régimen, diputado en la Asamblea Nacional revolucionaria y uno de los autores de la Constitución Francesa de 1791 (redactor, en concreto, de la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano), embajador en Londres durante los años más oscuros de la revolución; ministro de Asuntos Exteriores durante el Directorio; instigador del golpe de Estado que llevó al poder a Napoleón, fue también su ministro de Exteriores durante años; cuando la estrella de Napoleón declinó participó en su derrocamiento y presidió el gobierno provisional que preparó el retorno de la monarquía absoluta encarnada por los Borbones; fue el primer ministro de Asuntos Exteriores de Luis XVIII y como tal, representó al Estado francés en el Congreso de Viena, que reordenó Europa tras la caída de Napoleón; y cuando el creciente reaccionarismo de los Borbones minó la base de la monarquía absoluta, participó también en el derrocamiento de Carlos X, el último Borbón, y en el acceso al trono de Luis Felipe, el rey burgués, después de la revolución de 1830. Culminó su carrera política como embajador de Francia en Gran Bretaña, en 1834. La Iglesia le excomulgó durante la revolución, pero se reconcilió con ella cuatro días antes de morir: “no olvide que soy obispo…”, le dijo al cura que le traía la extremaunción…
Fue un amante de la buena vida y de las mujeres; vivió una temporada como agente inmobiliario en Estados Unidos y se casó con una franco-americana de origen indígena. Un tipo generalmente odiado y despreciado, que para muchos ha sido el paradigma del chaqueterismo político, el tránsfuga por excelencia. Sobre todo para sus víctimas. Ahí va la opinión que tenía Napoleón del personaje:
“Es el más vil de los agitadores, un bajo adulador, un hombre corrompido que ha traicionado a todos los partidos y a todos los individuos. Prudente y circunspecto; siempre traidor, pero siempre de complicidad con la fortuna, trataba a sus enemigos como si debiesen ser algún día sus amigos, y a sus amigos como si debiesen ser sus enemigos.... Talleyrand es un hombre de talento, pero venal, en todas cosas. No se puede hacer nada con él sino pagándole. Ruin por carácter, y sin principios, es tan codicioso que no se inquietó nunca si los medios de obtenerlo pueden ser aprobados por un hombre honrado”.
Pero si hay quienes han visto en Talleyrand al traidor por antonomasia, otros consideran que fue la encarnación del Estado, por encima de quienes lo dirigen u ocupan: “Los regímenes pasan, Francia es permanente”, escribió. Él se reconocía asimismo como traidor, pero como un traidor al servicio del bien común: “A veces, sirviendo ardientemente a un régimen se traicionan los intereses del país. Sin embargo si se sirven los del país estaremos seguros que no traicionaremos más que con intermitencias”, aseguró en una ocasión.
Esa última es la interpretación que Guitry hace del personaje. Probablemente no sea casual que el Guitry que acababa de sobrevivir a la acusación de haber traicionado a Francia durante la guerra quisiera interpretar a Talleyrand: a Francia se la puede servir desde más de un regimen, desde más de una opción política, e incluso quienes hoy me condenan están condenados a caer el día de mañana, parece que quisiera decir Talleyrand-Guitry a sus acusadores con esta película… La interpretación, por cierto, es excepcional: quizá algo teatral –al fin y al cabo Guitry era un hombre de teatro-, pero brillante. No fue la única vez que Guitry interpretó al personaje: también lo haría en 1955, en su película Napoleón.
La película está basada en una obra de teatro del propio Guitry. No es la única función sobre Talleyrand. Los amantes del teatro recordarán la obra de Jean Claude Brisville La cena, que en España fue puesta en escena por Joseph Maria Flotats y que narraba un encuentro entre Talleyrand y Fouché tras la caída de Napoleón. Flotats interpretaba a Talleyrand y Carmelo Gómez a Fouché, otro gran superviviente que sirvió a la revolución, a Napoleón y a los Borbones: si el negociado de Talleyrand era el de la política exterior y la diplomacia, Fouché gobernaba el orden público y la policía. De ambos llegó a decir en una ocasión Chateaubriand, al verlos entrar en un salón de Palacio durante el reinado de Luis XVIII: “de repente, entró el vicio apoyado del brazo del crimen”. Talleyrand era el vicio; Fouché, el crimen…
¡A disfrutaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaar!