“LA METAFÍSICA” DE ARISTÓTELES, LIBRO I, CAPÍTULO II
1) ¿Por qué la ciencia es buscada?
Es primordial para entender la pregunta en cuestión y la respuesta que se pretenderá articular, ahondar en primer lugar en la vía misma que plantea la pregunta. Pues, en principio ¿a qué ciencia nos estamos refiriendo particularmente? Y en un segundo sentido, ¿quién es el supuesto que busca esta determinada ciencia? A mi entender, sólo desde esta perspectiva se podrá entrever y comprender lo dicho por Aristóteles. Pero, teniendo en cuenta que pese a que la mejor manera de plantearnos la interrogante es plantearse en un primer lugar por la ciencia como tal, y en segundo instante preguntarse por el agente que busca, no es así la mejor manera de responder la pregunta replanteada. De este modo, para responder nos iremos por lo segundo, por el agente. Pues de este modo nos identificaremos con la ciencia buscada, siendo partícipes y relacionándonos aprehensivamente con el que busca.
Así, no es otro que el sabio el que realmente busca esta ciencia. El cual cumple con la intención de un buscar, por el saber como tal más que por los resultados de este saber. Pues como señala Aristóteles en el primer capítulo de la Metafísica, “Todos los hombres desean por naturaleza saber”.
Este sabio es quien busca realmente por el ansia mismo del saber. Y es por esto mismo, que aquel que busca buscará la ciencia primera que esté por sobre las demás. La ciencia que se pretende como búsqueda fundamental para Aristóteles no es otra que una ciencia primera por sobre las demás. Es decir, la ciencia como objeto de estudio pero por sí misma.
Teniendo en cuenta estos dos puntos podemos retraer la pregunta primera y hasta reformularla: ¿A qué se debe que el sabio busque una ciencia primera como mejor alternativa para el saber por el saber? ¿Por qué se busca esta ciencia primera, esta ciencia radical por sobre las otras? ¿Por qué nos referimos a ella como primera? Etc.
A esto Aristóteles responde, que la ciencia primera es la que atrae en su conjunto al resto de las otras ciencias. Pues esta ciencia investiga lo universal que está por sobre lo particular. Es –me atrevo a decir– la ciencia de la metafísica, la que más adelante Heidegger tratará en mira a la búsqueda por el Ser en cuanto tal, más que por los entes. Es desde esta perspectiva desde la cual observa Aristóteles.
En la cual, la ciencia primera es la que atañe exclusivamente a las primeras causas, a los principios, pues por medio de ellos podemos conocer las demás cosas. La ciencia que se busca es solo esta, la ciencia soberana y superior a todas las ciencias subordinadas a ella. Es quien conoce el porqué –considerado como bien de cada ser– debe hacerse cada cosa. Es la ciencia más ciencia la que se busca, quien versa por lo que más merece conocerse.
¿Y acaso no es esta la tarea del sabio? Es por esto que esta ciencia primera no es otra que la ciencia como Sabiduría. Ciencia que Aristóteles considera como la que debe buscarse en cuanto la considera la más divina y la más digna de estimarse. Pues trata de cosas divinas, pues es divina entre las otras ciencias y es patrimonio de Dios. Es aquí donde Dios pasa por ser la causa y el principio de todas las cosas. Y aunque las demás ciencias tienen mayor relación con nosotros –en un sentido práctico, operativo, de necesidad–, ninguna está por sobre la ciencia de la Sabiduría (que en otras traducciones de la Metafísica de Aristóteles ya se le considera como Filosofía), y por esto es un deber y debe ser buscada.
2) De un ejemplo para cada una de las opiniones que se tienen del sabio
En el segundo capítulo del libro I de la Metafísica, Aristóteles menciona estrictamente tres opiniones sobre el sabio, aunque se dejan entrever dos más. De este modo serán enumeradas y ejemplificadas –en el sentido de describirlas y explicarlas–.
La primera opinión que se tiene, es considerarlo como quien tiene la sabiduría de todas las cosas, más que un conocimiento particular especializado. Es decir, se piensa que el sabio es aquel que conoce todas las cosas. Y es en este alcance en el cual Aristóteles lo quiere dar a entender; es la visión que se tiene del sabio como aquel que conoce en cuanto le es posible el conjunto de cosas, pese a la posibilidad de no tener la ciencia específica de cada una de ellas. Un ejemplo muy cercano es el caso del estudiante de Filosofía, quien en contraste con un técnico, no tiene mayor conocimiento que un bosquejo vago y abstracto, no conciso. En cambio, el mecánico egresado de un establecimiento técnico, tiene un conocimiento particular y específico en lo que trabaja. Es la distinción entre lo universal y lo particular. La distinción se encuentra en que el mecánico obtiene conocimiento por lo que simplemente puede ser percibido por los sentidos, en su cotidianidad. Mientras que el sabio lo obtiene atravesando terrenos ásperos y fragosos.
La segunda visión apunta a lo anteriormente dicho, es la opinión del sabio considerado como aquel que puede conocer las cosas difíciles, es decir: aquellas que no son de acceso fácil para la inteligencia humana. En las cuales se requiere de un esfuerzo que permita vencer las dificultades. Es de esta forma como en un sentido práctico, cotidiano, no parece necesario y ni siquiera primordial el preguntarse por el ser o por si tiene sentido. ¿Acaso el adentrarse en estas interrogantes vitales nos permitirán comprar el pan de la noche o evitar el cansancio laboral? Quién sabe. Lo que sí es cierto, es que es este el camino por el cual transita el sabio, el filósofo. Quien mira más allá de lo estrictamente convencional.
La tercera opinión que se tiene del sabio es la que apunta específicamente a su deber y a la función que se le atribuye. Pues sabio es quien, conociendo con mejor exactitud y rigurosidad las causas y nociones, puede enseñarlas naturalmente de una mejor manera. El sabio por tanto no es un camino en sí mismo, sino que también un entregar: un aportar a la sociedad.
Por último, Aristóteles deja entrever dos opiniones sobre el sabio en el sentido de su posición con respecto al medio en el que se rodea. En el cual el sabio es quien da las leyes y órdenes, y no quien las recibe. Aquí Aristóteles nos hace pensar en una jerarquía social, donde el sabio se encuentra por sobre los demás. Es así como no es preciso que el sabio obedezca a otro, sino que al contrario: el que sea menos sabio debe obedecerle. Pese a la aprensión que se le pueda atribuir a esta perspectiva, a decir: al poder de uno por sobre el otro, en su aplicación esto se nos hace evidente y hasta claro. Pues pensemos en el siguiente ejemplo: ¿En un accidente automovilístico el herido a quién acude? ¿Acaso no acude a quién esté por encima de él en el sentido que pueda curarlo? Pues, a no ser que el mismo tuviese conocimiento de cómo tratar una herida, naturalmente se entregará en manos de quien esté por sobre él, en conocimiento. Es de este modo como Aristóteles evidencia las opiniones que tiene y se tienen del sabio, con el propósito de comprender la ciencia que se trata, la ciencia de la Sabiduría.
3) Señale las condiciones para el filosofar en los primeros Filósofos
Si alguna condición debe ser necesaria de mencionar, no es otra que el carácter propio del Filósofo por ir más allá de lo que va comprendiendo. Es una suerte de avaricia, o tal vez de vicio. Pero en este sentido, no hay que considerar avaricia con el afán de poseer fines de lucro, sino que al contrario: con el afán del saber en vista del conocimiento.
Aristóteles menciona dos etapas en las condiciones para el filosofar de los primeros filósofos, y luego las consecuencias de ello. Así, en primer lugar, el filósofo parte por el asombro ante lo que no conoce, ante el misterio y lo enigmático. Es la admiración la que mueve a efectuar las primeras indagaciones filosóficas. Es así como los antiguos al quedarse estupefactos ante la imponencia de la naturaleza fueron en su búsqueda. Es por esto que todo mito tiene de por sí rasgos filosóficos, pues todo mito tiene algo de maravilloso. Y quien se asombra y avanza con el propósito de remediar suple su ignorancia. El ir en búsqueda de una explicación es reconocer que se ignora.
Pero –y como en el inicio mencionaba– aunque Aristóteles no lo menciona, en este hombre filosófico se deja ver una suerte de avaricia. Pues luego de admirarse de lo que está a su alcance, avanza por lo que está más lejos. Por el camino que se pretende intransitable e inasible. Y es así como buscaron explicar los más grandes fenómenos, los cósmicos, hasta pretender explicar el origen del Universo.
Pero este ir, nos recuerda el robo de Prometeo a Hefesto, en el cual por medio del fuego la sabiduría se nos presenta como avaricia ennoblecida. Ya que al reconocer la ignorancia propia, el camino que se pretende deja de ser lucrativo. Y más bien se confiere a una ciencia por el saber en vistas del conocimiento. Es por esto, que el estudio de la filosofía –aun si la nombramos como avaricia o vicio– no tiene ningún interés extraño, sino que es en vistas de una ciencia libre, sola para sí misma.
4) Explique la sentencia: “Sólo un Dios puede gozar de este privilegio”
Esta sentencia atañe exclusivamente a lo anteriormente dicho. La avaricia del hombre en favor de la sabiduría de las cosas, que están más allá de su alcance, se pretenden como ajenas a la capacidad del entendimiento humano. ¿Acaso no fue esto lo que provocó la ira de las divinidades al entregárseles la luz de la sabiduría, del conocimiento, a los mortales? ¿Será solo de Dios este privilegio? Y si así lo fuese, ¿acaso no podríamos transitar por este camino que no nos es permitido?
Aristóteles trata esta sentencia en esta perspectiva y en la mirada de la ciencia como libre, y como la única entre las otras ciencias que puede ser considerada así. Pues como al hombre que se pertenece a sí mismo lo llamamos hombre libre, también podemos llamar a la ciencia que depende de sí misma como libre. Pero, ¿acaso no es sobrehumano el pretender poseer esta ciencia libre? Así, dice Aristóteles, parece que sólo Dios puede quedarse con este privilegio. Pero, por otra parte es indigno no ir en búsqueda de una ciencia a la que se pueda aspirar.
5) Explique la sentencia: “Si los poetas están en lo cierto y la divinidad es celosa, es probable que, en este caso, debería estarlo”. Fundamente.
Aristóteles cita esta sentencia con el propósito de dar a entender que no es que Dios sea envidioso e implique desgracias a quien transite por las vías del saber, sino que los mitos a menudo cuentan muchos cuentos y muchos de los poetas mienten.
A mi parecer, este no es un punto bien tratado por Aristóteles. En primer lugar porque no se trata de una envidia divina, sino –si fuese este el caso– más bien de un camino intransitable para el hombre. Pues pareciera que una ciencia libre (pues depende de sí misma) solo sería privilegio para Dios, y no para el hombre cuya naturaleza pareciera esclava en tantos respectos.
Por otra parte, Aristóteles no explica por qué no es posible que la divinidad fuese envidiosa. Sino que sencillamente afirma su imposibilidad, y afirma un poco más: los poetas mienten.
Por tanto, Aristóteles –pese a todo lo anteriormente dicho– hace alusión a esta sentencia, en relación estricta a lo anteriormente respondido en la pregunta cuatro. Si la divinidad estuviese celosa o envidiosa, lo estaría porque pareciera que el poseer una ciencia libre que depende de sí misma, solo es privilegio de Dios y no de los hombres. Estaría celosa porque su privilegio dejaría de pertenecerle exclusivamente a la divinidad. Pero entonces si no estuviese celosa –como menciona Aristóteles–, ¿no sería acaso porque en realidad no podemos ni poseemos esta soñada ciencia en libertad? A lo mejor seguimos avanzando en este camino intransitable sin avanzar en lo absoluto. Una perfecta condena circular.
6) ¿Por qué Aristóteles dice que el estado de ánimo inicial debe ser diferente luego de indagar la ciencia?
Aristóteles lo que pretende señalar es que la meta a la que queremos llegar debe ser una admiración contraria a la que provocan las primeras indagaciones. En donde lo mejor está al final, y a este mejor se le llega por medio del conocimiento. Pero no por esto Aristóteles señalará la posibilidad de un conocimiento absoluto que nos detenga en el indagar. Sino que en realidad no existe aquel estado donde se llega a conocer todo el saber.
En primer lugar el estado de ánimo inicial debe ser diferente porque en la adquisición del conocimiento ocurre un cambio, debido a que se encuentra más cerca de la plenitud. Se trata de caminar por la vía del saber, acercándose cada vez más a un conocimiento pleno, pero nunca uniéndose a él. Por otra parte, el único instante en el cual uno no sabe nada, es en el nacimiento.
En segundo lugar, el estado de ánimo cambia porque al indagar en la ciencia de la sabiduría, producto del primer asombro (o estado de ánimo inicial), se evoluciona desde el asombro a un conocimiento vago y poco cierto.
Esto no solo lo diría Aristóteles, sino cualquier persona versada en un poco de conocimiento. Pues, si el inicio del cual se habla no es otro que el primer asombro (como propulsor y motor de la indagación filosófica), ¿acaso no sería un estatismo el permanecer en aquel mismo estado? ¿Acaso no se trata de que el asombro cese por conocer las causas? Aunque, por otra parte, en este punto se nos hace vital el preguntarnos, ¿acaso no sería mejor conocer las causas y aun así, conservar el asombro? Pues si así fuera, ¿no se trataría de mantener el cómo y desechar el por qué?