Mensaje
por O'Hara » 10 Ago 2022 14:35
No, vamos a ver, no pretendía personalizar. Yo mismo llamo “naturalista” (si surge, claro, una conversación tan “intelectual”, cosa difícil en los ambientes por los que me muevo) a cierto tipo de interpretación (el paradigma sería, supongo, el cine de Bresson). Sólo que es curioso cómo cambió el concepto de naturalismo: de pretender reflejar fielmente (incluso con crudeza) la realidad, a formularse como propuesta “contenida” donde el “hecho” ha de hablar por el personaje, interpretado “estatuísticamente” (me tomo la libertad del neologismo) por el actor. No era lo mío una réplica.
Estoy de acuerdo, por otra parte, en que recoger la realidad, con toda su complejidad, es una misión casi imposible, aunque… aunque quizá proyectando tanto hechos como “interioridades” se consiga un verdadero acercamiento (y el cine dispone de los mecanismos idóneos para ello, gracias básicamente al montaje de planos y a las posibilidades del sonido, sí, pudiéndose, por ejemplo, incluir retazos de conciencia como complemento a las imágenes, algo mucho más difícil de aplicar en otros campos).
No obstante, sí se tiende, en los círculos (foros, hoy) más cinéfilos, a considerar los postulados naturalistas (neonaturalistas, en rigor) más cercanos a una fiel representación de la realidad (frente al efectismo, los recursos “enfáticos”, los dejes expresionistas y surrealistas, las veleidades fellinianas o kusturicanas…), casi de un modo en que parece que las tentativas de innovación formal se limitaran hoy a lo que bien podría llamarse “hieratismo de la distancia”, considerándose su contrario algo “invasivo” (creo que esto lo comenté con professor keller), debido, fundamentalmente, a su subjetividad, un pecado, sin duda, en el decálogo purista.
Sin embargo (retiro lo de “la esencia de las cosas”, que nos remite a quien no pretendía traer aquí), la experiencia es un fenómeno eminentemente subjetivo, y, en mi opinión, pretender (con una película, una novela o lo que fuere) diseccionar su naturaleza (la “realidad”) distanciándose de tamaña evidencia supone un error conceptual, error del que parte, para mí, casi todo el cine “no comercial” actual.
Por esto mismo (cambiando de ámbito) encuentro yo más “verdad” sobre el mundo de hace cuatro siglos si me voy a una novela picaresca, si abro el Lazarillo o el Guitón, que si recurro a fuentes cronísticas, donde se suceden los hechos, sujetos inevitablemente, también, a un enfoque (para empezar, en la elección u omisión), por más que se cuide el estilo “no invasivo”, que lo que acaba por garantizar la mayor parte de las veces es la letra muerta.