EN EL QUINTO CENTENARIO DE LA MUERTE DE LEONARDO DA VINCI

2 Mayo 1519

Todo lo que no tenga cabida en ninguna parte pero que por su excepción, confirme la regla.
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PanchoVertigen
 
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EN EL QUINTO CENTENARIO DE LA MUERTE DE LEONARDO DA VINCI

Mensaje por PanchoVertigen » 02 May 2019 10:18

Era el mes de diciembre de 1945 y hacía pocos meses que había acabado la guerra mundial, cuando en un pueblo egipcio llamado Nag Hammadi (“Pueblo de Alabanza” en árabe) a unos cien kilómetros de Luxor, un campesino llamado Abu, (quizás junto a sus dos hermanos Mohammed y Jalifa, del clan al-Samman), encontró enterrada una vasija que al principio no se atrevió a abrir pensando que podía contener un espíritu maligno. Una vez abierta la vasija, encontró unos textos cristianos de los que esperaba sacar algún beneficio.

Un incidente imprevisto hizo que se viera implicado en un asunto con la justicia, y que permaneciera unos días en prisión. Cuando regresó a su casa, Abu se encontró con la sorpresa de que su madre había utilizado parte de los manuscritos para hacer fuego. El resto fue vendido a un traficante llamado Rajib por once libras egipcias.

En esa vasija se hallaron cerca de mil páginas en un papiro bastante deteriorado, escrito en copto y que presenta signos de haber sido traducido del griego. Las pruebas de C14 realizadas por la Universidad de Arizona sobre cinco muestras del papiro y de la cubierta de cuero, datan la antigüedad entre los años 220 y 340 después de Cristo. La tinta utilizada para su escritura, es un compuesto de sulfato ferroso, tanino, goma arábiga y agua mezclado con tinta de negro de humo.

En Nag Hammadi, donde se encontraron estos manuscritos, existió en el año 320 de nuestra era el primer monasterio cristiano, fundado por San Pacomio. Una de las funciones de los monjes era recopilar y conservar todos los textos sagrados, hasta que en el año 367 el obispo Atanasios de Alejandría emitió un decreto prohibiendo algunas escrituras que no consideraba apropiadas. Pero los monjes no las destruyeron, sino que las guardaron en una urna sellada y escondida entre las piedras, por casi 1600 años

Sin ese hallazgo providencial y sin los adelantos de la ciencia actual y la libertad de investigación que permite huir de inquisiciones eclesiásticas, no habríamos podido gozar de la lectura de este maravilloso texto reconstruido y que pertenece al llamado Evangelio de Felipe: 55. La compañera del Señor es María Magdalena. Y el Señor amaba a María más que a todos los discípulos y acostumbraba a besarla en la boca. Los demás discípulos se ofendían por ello y le dijeron: “¿Por qué la amas más que a todos nosotros?”

Ni tampoco habría llegado el importantísimo fragmento llamado Evangelio de María (Magdalena), que no sólo complementa el Evangelio de San Juan (Jn. 20, 1-18), sino que añade matices tan sutiles como éstos: Ellos, sin embargo, estaban entristecidos y lloraban amargamente diciendo: 9“¿Cómo iremos hacia los gentiles y predicaremos el evangelio del reino del hijo del hombre? Si no han tenido con él ninguna consideración, ¿cómo la tendrán con nosotros?”.Entonces Mariam se levantó, los saludó a todos y dijo a sus hermanos: “No lloréis y no os entristezcáis; no vaciléis más, pues su gracia descenderá sobre todos vosotros y os protegerá. Antes bien, alabemos su grandeza, pues nos ha preparado y nos ha hecho hombres». Dicho esto, Mariam convirtió sus corazones al bien y comenzaron a comentar las palabras del Salvador. 10 Pedro dijo: “Mariam, hermana, nosotros sabemos que el Salvador te apreciaba más que a las demás mujeres. Danos cuenta de las palabras del Salvador que recuerdes, que tú conoces y … que nosotros no hemos escuchado”.

Tras exponer María Magdalena el mensaje que ha recibido de Jesús, algunos apóstoles no parecen muy dispuestos a ser adoctrinados por una mujer y así nos lo narra este Evangelio: 17 Después de decir todo esto, Mariam permaneció en silencio… Entonces, Andrés habló y dijo a los hermanos: “Decid lo que os parece acerca de lo que ha dicho. Yo, por mi parte, no creo que el Salvador haya dicho estas cosas. Estas doctrinas son bien extrañas”. Pedro respondió hablando de los mismos temas y les interrogó acerca del Salvador: «¿Ha hablado con una mujer sin que lo sepamos, y no manifiestamente, de modo que todos debamos volvernos y escucharla? ¿Es que la ha preferido a nosotros. 18 Entonces Mariam se echó a llorar y dijo a Pedro: “Pedro, hermano mío, ¿qué piensas? ¿Supones acaso que yo he reflexionado estas cosas por mí misma o que miento respecto al Salvador?” Entonces Leví habló y dijo a Pedro: “Pedro, siempre fuiste impulsivo. Ahora te veo ejercitándote contra una mujer como si fuera un adversario. Sin embargo, si el Salvador la hizo digna, ¿quién eres tú para rechazarla? Bien cierto es que el Salvador la conoce perfectamente; por esto la amó más que a nosotros. Más bien, pues… partamos tal como nos lo ordenó y prediquemos el evangelio, sin establecer otro precepto ni otra ley fuera de lo que dijo el Salvador”.

¿Por qué un texto tan importante fue condenado a desaparecer, cuatro siglos después de la muerte de Jesús? La razón es tan clara que hoy nadie se atreve a negarla: porque explicitaba claramente dos cosas entonces ya tabú para la machista Iglesia Cristiana: que Jesús había amado a Mariam (María Magdalena) y que ésta fue su discípula preferida y, a la vez, la primera Evangelista. Y así fue como el obispo Atanasios de Alejandría ocasionó voluntariamente la primera muerte moral de María Magdalena, condenando a la mujer a estar callada en la Iglesia y a estar siempre sujeta ya al padre o al marido y a ser privada de la educación, porque el simple hecho de que una mujer poseyera libros fue considerado en la Edad Media un signo de brujería.

La segunda muerte de María Magdalena ocurrió precisamente, al final de la Edad Media y comienzo del Renacimiento. La Iglesia, no por ignorancia sino por clara mala fe, identificó a la María Magdalena, mujer culta y compañera de Jesús, con la María prostituta y pecadora. Por eso en innumerables cuadros e imágenes religiosas se muestra a una Magdalena penitente que, entre lágrimas, implora perdón a Dios. Incluso, en nuestros días, se conserva el dicho popular de “no llores como una Magdalena”.

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Y así pintores tan importantes como Botticelli, Tiziano, Caravaggio, Mena, de la Tour, Zurbarán, Murillo y tantos otros insisten en la representación de esa mujer arrepentida, haciendo perenne penitencia. La insidia había logrado su objetivo y tuvieron que pasar veinte siglos para que los descubrimientos de los papiros egipcios pusieran sobre el tapete las confusiones, cuando no falsedades que se habían difundido sobre María Magdalena.
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La tercera muerte de ella es reciente y es obra de un escritor americano llamado Dan Brown, quien tras asistir en Sevilla a un curso de verano sobre la figura de Leonardo da Vinci, escribió su famoso libro, THE DA VINCI CODE, que todavía ha añadido más confusión al personaje histórico de la discípula amada de Jesús. Eso sí de toda esa imaginativa invención literaria, nacida del calor, el gazpacho y la sangría nos queda el redescubrimiento de la obra maestra del pintor, que no fue LA GIOCONDA o MONA LISA, sino LA ÚLTIMA CENA, un mural ejecutado al temple y óleo sobre dos capas de yeso, que mide 4.60 metros de alto por 8.80 de ancho y que acaba de ser magníficamente restaurado.
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Y es que la resurrección de María Magdalena se la debemos al gran Leonardo da Vinci, cinco siglos después. Vale la pena viajar a Milán y reservar con tiempo la entrada al Cenacolo Vinciano y soportar la muchedumbre de turistas, provistos de cámaras fotográficas que no podrán usar y sortear las diversas puertas de cristal que se abren y cierran a tu paso para poder ver la obra en directo. Cuando al fin estás frente a él, tienes con suerte algo menos de cinco minutos para ver la obra de un extremo al otro, deteniéndote en los más minuciosos detalles. Por fin, puedes constatar con claridad, algo que tras la restauración de la obra se observa con claridad innegable: el discípulo amado de Jesús era discípula. Su nombre: María Magdalena.
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