Fragmentos

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Feve
 
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Re: Fragmentos

Mensaje por Feve » 13 Abr 2015 12:16

"Así pues, voy a ejecutar con mi tambor esa cancioncilla que se me va haciendo cada vez más viva y angustiosa y voy a invocar y consultar a la Bruja Negra, para poder anunciarle mañana a mi enfermero Bruno la clase de existencia que Óscar piensa llevar en adelante, a la sombra de su miedo infantil que se le va haciendo cada vez más negro. Porque lo que antaño me asustaba en las escaleras, lo que en la bodega al ir a buscar el carbón hacía ¡buh! —¡me daba risa!—, había estado siempre presente: hablando con los dedos, tosiendo a través del ojo de la cerradura, suspirando en la estufa, chirriando con la puerta, saliendo en nubes por las chimeneas; cuando los barcos hacían sonar la sirena en la niebla o cuando una mosca se iba muriendo por espacio de varias horas entre los vidrios dobles de la ventana, o también cuando las anguilas tenían ganas de mi mamá y mi pobre mamá de las anguilas, cuando el sol desaparecía tras el cerro de la torre y vivía para sí —¡ámbar! ¿En quién pensaba Heriberto cuando asaltó la madera? Y también tras el altar mayor— ¿qué sería, en efecto, el catolicismo sin la bruja que ennegrece todos los confesonarios? Ella es la que proyectaba su sombra cuando se rompía el juguete de Segismundo Markus; y los rapaces del patio del edificio de alquiler, Axel Mischke y Nuchy Eyke, Susi Kater y el pequeño Hans Kollin, ellos lo decían y lo contaban, al cocer su sopa de ladrillos: «¿Está la Bruja Negra ahí? ¡Sí, sí, sí!» La culpa es tuya y nada más que tuya. ¿Está la Bruja Negra ahí?...
Desde siempre había estado ahí, inclusive en el polvo efervescente Waldmeister, por muy inocente que fuera su verde espuma; en todos los armarios en que entonces me acurrucaba, acurrucábase ella también, y más adelante tomó prestada la cara triangular de raposa de Lucía Rennwand y devoraba emparedados de salchicha y llevó a los Curtidores al trampolín —no quedó más que Óscar, que contemplaba las hormigas y sabía: ésta es su sombra, que se ha multiplicado y busca el azúcar. Y todas aquellas palabras: bendita, dolorosa, bienaventurada, virgen entre vírgenes... y todas aquellas piedras: basalto, toba, diabasa, nidos en la caliza conchífera, alabastro, tan blando... y todo el vidrio roto con la voz, vidrio transparente, vidrio fino como el aliento... y los comestibles: harina y azúcar en cucuruchos de a libra y media libra. Más adelante, cuatro gatos, uno de los cuales se llamaba Bismarck, el muro que hubo que enjalbegar de nuevo, los polacos empeñados en morir, así como los comunicados especiales, quién hundía y qué, las patatas que caían rodando de la báscula, lo que se afina hacia el pie, los cementerios en los que estuve, las baldosas sobre las que me arrodillé, las fibras de coco sobre las que me tendí... todo lo vertido en el cemento, el jugo de las cebollas que arranca lágrimas, el anillo en el dedo y la vaca que me lamió... ¡No preguntéis a Óscar quién es! Ya no le quedan palabras. Porque lo que antaño se sentaba en mi espalda y besó mi joroba, ahora se me aparece por delante y para siempre:
Negra, la Bruja Negra estuvo siempre detrás de mí.
Ahora también se me aparece por delante ¡negra!
Vuelve al revés el manto y la palabra ¡negra!
Me paga con dinero negro ¡negra!
Mientras los niños cantan y no cantan:
¿Está la Bruja Negra ahí? ¡Sí, sí, sí!
"

Günter Grass, El tambor de hojalata

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Re: Fragmentos

Mensaje por Kima » 13 Abr 2015 23:02

Tengo que confesar que El Tambor de Hojalata pudo conmigo. Lo intenté y a punto estuve de terminar su lectura, pero a falta de poquísimas páginas
por acabar lo dejé. El señor Grass, desde entonces, se quedó como un mal recuerdo y no volví a leer nada más suyo. Quizás algún día...

:hi:

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Re: Fragmentos

Mensaje por Feve » 14 Abr 2015 01:29

Bueno, una puede considerar dejar un libro en las primeras páginas pero, Kima, teniendo el valor de "casi" terminarlo es "casi" delito no leerlo completo jejeje

yo vi primero la película y después me leí la novela. Aunque me había jurado intentar no volver a pensar en anguilas nunca, pero nunca, estuvo bien lo de ponerse a picar unas cuantas cebollas para poder llorar con ganas.

Me gustó más El Rodaballo. :aprendo:

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Re: Fragmentos

Mensaje por Kima » 14 Abr 2015 19:50

Feve escribió:Bueno, una puede considerar dejar un libro en las primeras páginas pero, Kima, teniendo el valor de "casi" terminarlo es "casi" delito no leerlo completo jejeje
Era joven e inocente y todavía pensaba que era mi obligación terminar un libro, una vez que se ha abierto. Pero el jodío tambor fue más fuerte que yo y perdí la batalla. :giveup:


Feve escribió:Me gustó más El Rodaballo. :aprendo:

A lo mejor pruebo con ésta.

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Re: Fragmentos

Mensaje por Feve » 26 Abr 2015 10:48

"—El tiempo. Toda nuestra angustia nace de la diferencia entre el tiempo y las cosas. Entre nuestro envejecimiento y lo que se queda. Lo que hemos querido se va empequeñeciendo quedándose hacia el horizonte. Las canas son una cosa seria. Se va hundiendo uno poco a poco en la oscuridad. Sumergiéndose. Todo se queda como estaba, los amigos se van muriendo. Pero yo le podré al tiempo. Ya te diré cómo. Es una teoría que he sacado de mi caletre.
—No hay más que dos clases de hombres: los que creen que el mundo desaparecerá con ellos, y los otros.
—Por eso cuanto más se abarque, mejor. ¿Para qué vives?
—¿Lo sabes tú?
—Por casualidad.
—No te pregunto los orígenes sino los fines.
—Eso se queda para los escritores, los intelectuales, los que no saben que viven por azar, por choque, y se atan desesperadamente a la esperanza de dejar rastro, como un caracol cualquiera. La baba, ¿sabes?: baba, semen o mala leche, a mí ¡psé!
—Las obras y los hijos.
—Cuentos con pretensiones. Tú eres tú y no tu padre. Lo que les importa a los obreros es que les den lo suyo, que es lo de los ricos. Los problemas morales no existen para ellos. Convertir los salarios en problemas morales no podía ser obra de un asalariado, sino cosa de un cochino intelectual como tú o como yo, aunque reniegues. "

Max Aub, Campo de sangre

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Re: Fragmentos

Mensaje por MOLIST » 02 May 2015 15:46

Eustacia Vye era la materia prima de una divinidad. Con algunos afeites, no habría desentonado en el Olimpo. Poseía las pasiones y los instintos de una diosa modelo, esto es, no exactamente los de una mujer modelo. De haber tenido totalmente en su poder por un tiempo a la tierra y la humanidad, y manejar la rueca, el huso y las tijeras a su entero arbitrio, pocos en el mundo habrían advertido el cambio de régimen. Habrían imperado las mismas desigualdades de la fortuna, el mismo amontonamiento de favores acá y de agravios allá, la misma generosidad antes que justicia, los mismos dilemas perpetuos, la misma sucesión falaz de caricias y encontronazos que soportamos en la actualidad.

Sus formas eran macizas y algo gruesas; su tez no era ni rubicunda ni pálida; y era suave al tacto como una nube. Ver su pelo era imaginar que un invierno entero no podía contener oscuridad suficiente para darle su negrura. Caía sobre su frente como la noche cuando extingue el resplandor del poniente.

Sus nervios se extendían hasta sus trenzas, y siempre se podía mejorar su humor acariciándolas. Cuando se cepillaba el pelo, se sumía al instante en una inmovilidad que semejaba la de la Esfinge.
(…)
Tenía ojos paganos, cuajados de misterios nocturnos, y su luz, que iba, venía y volvía a venir, se veía parcialmente estorbada por unos párpados y unas pestañas opresivos. Su párpado inferior, además, era mucho más grueso que lo usual en las mujeres inglesas. Ello le permitía sumirse en sus ensueños sin parecerlo: se la habría creído capaz de dormir sin cerrar los ojos. Si aceptáramos que las almas de hombres y mujeres son esencias visibles, se podría haber imaginado que el color del alma de Eustacia era como el de una llama. Las chispas que subían hasta sus pupilas oscuras daban la misma impresión.

Su boca parecía hecha menos para hablar que para estremecerse, menos para estremecerse que para besar. Algunos habrían añadido que menos para besar que para torcerse. Vista de costado, la línea de sus labios cerrados formaba, con precisión casi geométrica, la curva tan conocida en el arte del diseño que lleva el nombre de gola o cima recta.


(Descripción de lo que debe tener una buena candidata a Reina de la Noche según Thomas Hardy en El regreso del nativo).

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Re: Fragmentos

Mensaje por gatatitania » 02 May 2015 18:27

"Es completamente cierto, y así lo prueba la Historia, que en este mundo no se consigue nunca lo posible si no se intenta lo imposible una y otra vez".

Max Weber, El político y el cientifico, 1920.

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Re: Fragmentos

Mensaje por gatatitania » 02 May 2015 18:31

Kima escribió:Era joven e inocente y todavía pensaba que era mi obligación terminar un libro, una vez que se ha abierto. Pero el jodío tambor fue más fuerte que yo y perdí la batalla. :giveup:
Je, je. Esto daría para un hilo con vida propia. A mi me derrotó El jinete polaco, de Muñoz Molina, del que no conseguí ir más allá de la página 20.

Y he de confesar que uno de los libros que me parecen más maravillosos de todos los tiempos, al que le he dado vueltas y vueltas últimamente que me siento un poco austrohúngaro, es La marcha Radeztky, de Joseph Roth. Pero lo repesqué hace varios años, porque la primera vez que traté de leerlo, en la veintena, no conseguí pasar de las primera páginas... :sonrojo:

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Re: Fragmentos

Mensaje por Feve » 14 May 2015 21:16

HERMOSURA Y PAVOR

"En ese acantilado desde el que se divisa el cruce de la vida con la muerte, alcancé una noche a ver plenariamente el mundo. La oscuridad reptaba por los arrecifes y todo parecía contaminado por una gemebunda resonancia de aljibe. Llegaba desde el cóncavo negrario de la mar como una emanación de indicios de un remoto espejismo, súbitamente reagrupados en un mismo sector de la clarividencia. Seveía como un múltiple centelleo de astros, todos igualmente provistosde sus frondosidades, sus páramos, sus puertos, y al fondo había un punto de luz aproximándose hasta hacerse envolvente como un manto flamígero. Lo inhóspito se hizo a la sazón transitable; lo opaco, diáfano; lo ininteligible, manifiesto. No diré que incurrí en ninguna especie de éxtasis o embriaguez, pero fui desplazado de todo sitio conocido y accedí al centro de un vacío que era como un compendio de hermosura y pavor. No hubo nada después, sólo la subrepticia condición del todo."

J.M Caballero Bonal, Desaprendizajes

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Re: Fragmentos

Mensaje por Monsieur Lange » 18 May 2015 22:27

Bueno, me animo.
Continuidad de los parques
Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restallaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer.
Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano. la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.

No es un fragmento, es el cuento completo, publicado por Cortazar en su volumen de 1956: "Final de juego"
"Esos chicos …/… hablando de los años veinte a veinticinco, revolviendo unos con otros como si todos fuesen unos .../… como si hubieran sido todos de la misma tertulia"
Max Aub: La gallina ciega

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