Dramaturgo y novelista, muy influido por su formación teatral, pero también por el cine de un Robert Bresson (Lancelot du Lac) o el Eric Rohmer de sus películas de época (La Marquesa de Lo, Perceval él Galés, Él romance de Astrea y Celadón), el cine de Eugène Green no parece guardar relación con el resto de sus contemporáneos.
Su cine bebe en las fuentes de la literatura y nos proponen divertidos trampantojos y anacronismos, bien sea la costa del espíritu del 68 (Toutes lees nuits), las fábulas medievales (Lee monde vivant), la intelectualidad francesa (Lee Pont des Arts)…
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Green, antes de dedicarse al cine, había fundado la compañía de teatro barroco “Teatro de la Sabiduría”. Cierto espíritu de esta etapa, que comenzó a finales de la década de los setenta, se conserva en sus películas (donde mantiene una pequeña troupe de actores para todos sus trabajos). Estos actores se mueven por la escena midiendo milimétricamente sus palabras pero también sus movimientos. Muchas de las cuestiones “teóricas” que envuelven la corta pero intensa filmografía de Green, tienen que ver con el despliegue en imágenes de toda la pasión que siente y manifiesta por la palabra. En su ensayo La parole baroque (2001) Green sitúa el origen de esta problemática en el periodo artístico del barroco. Su preocupación tiene que ver con el reduccionismo al que se somete a la palabra, utilizándola como un mero signo lingüístico que designa los elementos del mundo mientras, para él, se trata de un lugar de encuentro del hombre con lo sagrado y posee una forma material y una carga espiritual capaz de expresar un cierto misterio de todo aquello a lo que representa.
De esta manera podemos entender la especial relevancia que tiene la palabra en el cine de Green. Sus personajes hablan a partir de un guión erudito y ajustado, cargado de referencias a la gran tradición de la cultura europea y al que se deja poco margen de improvisación. Los actores verbalizan siempre con una métrica muy medida y modulan con un rigor rítmico y tonal exquisito. Por esta razón se tiene la impresión de que, a pesar de la elegante composición de su puesta en escena, imagen y palabra quedan desequilibradas. Las de Green son imágenes donde unos pocos objetos arcaicos (como la velas) componen el plano. La palabra, por lo tanto, debe encarnarse para constituir una experiencia que perviva largamente en el tiempo, pero esa tarea nunca será fácil ya que, a pesar de su inmaterialidad, siempre acaba encontrando un signo material que le impide sustanciarse. Esto provoca una tensión entre palabra y signo.
Volver la vista al Barroco (y a su voluntad de aunar fe y razón mediante la búsqueda de la trascendentalidad en lo cotidiano) y revisarlo para poder vislumbrar una solución a la situación presente: esta es la alternativa que nos propone la obra de este cineasta.
Todo en el cine de Eugène Green parece destinado a establecer conexiones aparentemente imposibles entre personas y objetos: desde la luz, portadora de todo el peso del tiempo, que es capaz de acercar pasado y presente -la luz barroca que vierte una vela sobre una mesa de madera junto al brillo de la pantalla de un ordenador en Correspondances (2007)- hasta la filmación sinecdóquica de partes del cuerpo humano que expresan las emociones de los personajes -los pies de la protagonista de Una Religiosa Portuguesa (A religiosa postuguesa, 2009) que dudan sobre si marchar o quedarse-. A través de la filmación frontal, sencilla y austera, el autor consigue mostrar, plano a plano, lo que se esconde bajo la superficie de las cosas, los nexos vivos que lo conectan todo. Pero, quizás, lo más original de sus películas no resida en lo visible sino en lo invisible: en su excepcional trabajo con la palabra.
Para la mayoría de autores la palabra es un ente inanimado que adquiere vida solo gracias al contacto con el ser humano. Para Eugène Green no. Para él la palabra es un organismo vivo que, por lo tanto, posee un alma. La palabra está viva en sí misma, en su interior hay movimiento: continuas tensiones y contradicciones que la dotan de una vitalidad propia. Y al entrar en contacto con las personas la palabra no cobra vida, sino que evoluciona, se transforma.
Este hecho, el de atribuirle un alma a las palabras, puede parecer de entrada una absoluta locura, un animismo de baratillo parecido a esas “fast food religión experiences” de las que nos previene Slavoj Zizek. Eugène Green lo sabe y obra en consecuencia. Su acercamiento a estas verdades superiores no es ingenuo, desconectado del mundo real y es por eso por lo que, en su cine, funciona a la perfección. Si recordamos el encuentro que se produce entre Nicolás y el Caballero León en el bosque de Le monde vivant (2003) lo veremos más claro. En esta secuencia los dos personajes se topan en medio de un cruce, se presentan y se produce una discusión. Nicolás, el joven que se escapa de casa para ver mundo, entiende que la persona que tiene delante sea caballero (puesto que lleva una espada consigo) pero no entiende lo de león (ya que no es este animal, sino un simple perro, el que camina junto a él). El Caballero León le habla y trata de convencerle de que quien le acompaña es un león porque así se llama, pero Nicolás no le cree. Finalmente este pide a su animal que ruja como un león para poner punto y final a la disputa y, sorprendentemente, lo hace. Las dudas de Nicolás se disipan entonces: el perro es un león. Y no solo a Nicolás le queda claro que lo que ve es un león sino que a todos nosotros también. Aquí se encuentra la verdadera relevancia de la palabra en el cine de Green: en su trabajo conjunto con la imagen, en su forma de relacionarse y complementarse la una con la otra, salvando la enorme distancia que las separa.
He aquí un uso absolutamente original de los elementos cinematográficos que, por primera vez en mucho tiempo, no está basado en la destrucción de las convenciones ni en la búsqueda de la novedad por la novedad, sino en todo lo contrario: en la restauración de su valor perdido. La espiritualidad de estas obras se revela mediante un acercamiento sincero y sin trucos, capaz de abolir el concepto de fe ciega y devolvernos la posibilidad de una mirada mística y profunda sobre las cosas que tienen verdadero valor.
Fuentes:
El cine de Eugène Green
Eugène Green: por un arte espiritual
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FILMOGRAFÍA COMO DIRECTOR:
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FILMOGRAFÍA COMO ACTOR:·o·-------------oOo-------------·o·
PUBLICACIONESLa Parole Baroque, 2001, éditeur : Desclée de Brouwer, Collection : Texte et Voix : 326 pages et un CD d'accompagnement. (ISBN 2-220-05022-X)
Présences : Essai sur la nature du cinéma, 2003, éditeur : Desclée de Brouwer, Collection : Texte et Voix : 269 p. (ISBN 2-220-05317-2)
La Rue des Canettes (dédié à Marin Charvet) : cinq contes, 2003, éditeur : Melville : 164 p. (ISBN 2-220-05400-4)
La Rue des Canettes: A Story of Paris
Letter from...Paris
Le Présent de la parole, 2004, Desclée de Brouwer, Collection "Littérature ouverte hors collection", 155 pages, (ISBN 2-915341-15-X)
La Reconstruction, 2008, Actes Sud, 190 p. (ISBN 978-2-7427-7688-7)
Poétique du cinématographe. Notes, 2009, Actes Sud (ISBN 978-2-7427-8545-2)
La Bataille de Roncevaux, 2009, éditeur : Gallimard, coll. « Blanche » : 336 p. (ISBN 978-2-07-012725-2)
Un conte du Graal, 2010, éditeur : Gallimard, coll. « Blanche » (ISBN 978-2-07-013046-7)
La Religieuse portugaise, 2010, éditeur : Diabase, coll. « Liens & Résonance » 176 p. (ISBN 978-2-911438-70-7)
La Communauté universelle, 2011, éditeur : Gallimard, coll. « Blanche » (ISBN 978-2-07-013321-5)
Les Atticistes, 2012, éditeur : Gallimard, coll. « Blanche » (ISBN 978-2-07-013046-7)
DISCOGRAFíA
1999 : La Conversation, Eugène Green et Vincent Dumestre, poèmes de Théophile de Viau déclamés dans le texte d'origine, musique de Robert de Visée au théorbe, CD aux éditions Alpha.
De Vise & De Viau_La Conversation (Dumestre, Green).rar [137.68 Mb]
Spoiler:
2002 : Jacques-Bénigne Bossuet, Sermont sur la mort, Label : Alpha, réf. Alpha 920. Déclamation baroque du texte original.
BOESSET _ Je meurs sans mourir _ Le Poeme harmonique, Dumestre.rar [258.55 Mb]
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